En los últimos tiempos, se ha observado en Chile un preocupante ambiente de satanización en torno a las labores sociales que realizan diversas fundaciones y organizaciones sin fines de lucro en el país por situaciones aisladas. Estas entidades, que históricamente han sido clave en la atención de distintas problemáticas sociales, se enfrentan ahora a un dilema: el cuestionamiento público de su rol y la creación de una percepción negativa que pone en duda la legitimidad de sus acciones.
Es indudable que existen organizaciones que han cometido irregularidades y han desviado su propósito original, aprovechándose de los recursos y la buena voluntad de la sociedad. No obstante, es importante diferenciar estos casos aislados de la gran mayoría de fundaciones y ONGs que han trabajado incansablemente para mejorar la calidad de vida de aquellos que más lo necesitan.
Las labores sociales desarrolladas por fundaciones y organizaciones sin fines de lucro han sido fundamentales para cubrir vacíos que, en muchos casos, el Estado no ha podido abordar en su totalidad. Desde la atención a grupos vulnerables hasta la promoción del arte y la cultura, estas entidades han sido un pilar para el desarrollo social y humano en el país.
Muchas de estas organizaciones nacen a partir de la iniciativa de ciudadanos preocupados por el bienestar de su comunidad y el deseo de aportar una solución a diversas problemáticas. Su trabajo desinteresado y comprometido ha logrado, en muchas ocasiones, generar un impacto significativo y positivo en la vida de miles de personas.
Por ello, la satanización de las labores sociales llevada a cabo por algunas corporaciones políticas y/o entidades privadas -especialmente los medios de comunicacion social- ha llevado a una peligrosa generalización que tiende a desacreditar a todas las fundaciones y ONGs por igual. Es necesario recordar que el trabajo social no puede ser reducido a un solo estereotipo, y que es injusto juzgar a toda una comunidad por las acciones de unos pocos.
El riesgo de esta generalización es que se desalienten las donaciones y el apoyo ciudadano hacia estas organizaciones, lo que afectaría directamente a quienes más necesitan de su ayuda. Además, podría desmotivar a aquellos voluntarios comprometidos con el bienestar de la sociedad, disminuyendo así el capital humano dispuesto a trabajar en estas labores altruistas.
Para contrarrestar el ambiente de desconfianza que se ha generado, es vital que las fundaciones y organizaciones sin fines de lucro operen con total transparencia y establezcan mecanismos efectivos de rendición de cuentas. La divulgación clara y oportuna de sus actividades, resultados y el uso de los recursos es esencial para generar confianza en sus donantes y beneficiarios.
Además, es crucial que los organismos gubernamentales encargados de la fiscalización sean diligentes en su labor y aseguren que todas las entidades actúen conforme a la ley y a los principios éticos que deben guiar su trabajo.
La labor humanitaria es invaluable y ha sido esencial para atender diversas problemáticas sociales. Si bien es justo y necesario señalar y corregir irregularidades, es importante no caer en la generalización y el desprestigio injustificado de estas instituciones.
La sociedad debe valorar y apoyar el trabajo desinteresado de quienes se esfuerzan por mejorar la vida de sus semejantes y promover un ambiente de confianza y transparencia en la gestión de estas entidades para que puedan seguir cumpliendo con su misión de manera efectiva. (JH)