En las últimas décadas, Chile ha transitado por un camino de profundos cambios sociales, políticos y económicos. Sin embargo, los recientes escándalos y desacuerdos políticos han puesto en evidencia no solo una crisis institucional, sino también una crisis moral que afecta al sistema político en su conjunto.
Chile enfrenta desafíos como el aumento de la desconfianza ciudadana hacia las instituciones, las protestas sociales y la percepción de que los líderes políticos no están a la altura de las demandas de la sociedad. Según estudios recientes, la confianza en el Congreso y los partidos políticos se encuentra en sus niveles más bajos históricos, lo que refleja una desconexión creciente entre las autoridades y la ciudadanía.
La incapacidad de las instituciones para resolver problemas estructurales —como las reformas en pensiones, salud y educación— ha generado un estancamiento en el progreso social. Los constantes desacuerdos en el Congreso han impedido avanzar en políticas públicas clave, mientras que la falta de consensos refleja una polarización que paraliza al país.
Este estancamiento institucional no solo frustra a los ciudadanos, sino que también pone en duda la capacidad del sistema político para responder de manera eficaz a las demandas sociales.
Más allá de las fallas estructurales, la crisis moral se manifiesta en el comportamiento de algunos líderes políticos que priorizan sus intereses personales o partidarios sobre el bienestar colectivo. Casos de corrupción, tráfico de influencias y uso indebido de recursos públicos han erosionado la credibilidad de los políticos.
La falta de ética en la toma de decisiones no solo afecta la confianza en las instituciones, sino que también perpetúa un círculo vicioso donde la percepción de impunidad mina los valores democráticos.
La crisis moral e institucional que enfrenta el país requiere un enfoque integral que combine cambios estructurales con una renovación ética en la política. Para ello, considero clave incluir:
– Educación y formación ética: Fomentar valores como la transparencia, la responsabilidad y el compromiso social desde las bases del sistema educativo.
– Mayor participación ciudadana: Involucrar a la ciudadanía en la toma de decisiones mediante mecanismos como plebiscitos y consultas públicas.
– Reformas profundas: Modernizar las instituciones para hacerlas más ágiles, representativas y transparentes, con un monitoreo riguroso de la corrupción.
– Liderazgo con visión de futuro: Promover líderes comprometidos con el bienestar común por encima de intereses partidistas o personales.
En resumen, la crisis institucional y moral que afecta al mundo político nacional no es solo un problema de las élites, sino un desafío que interpela a toda la sociedad. Es el momento de construir un sistema político más ético, transparente y conectado con las necesidades reales de la población.
Este 2025 tenemos una oportunidad histórica para redefinir los valores que guiarán el desarrollo de Chile en las próximas décadas. Solo a través de un compromiso colectivo será posible superar los desafíos y construir un futuro más justo y equitativo.
Juan Carlos Hernández Caycho
Consejero Regional COSOC FFOIP Tarapacá