La matronería, una profesión con profundas raíces en la historia nacional ha sido testigo de una evolución constante desde su fundación en 1834. Desde sus primeros pasos hasta la actualidad, la formación de matronas y matrones ha jugado un rol crucial en la salud reproductiva, asegurando una atención segura durante el embarazo, el parto y el puerperio. No obstante, el camino ha estado lleno de retos, y hoy más que nunca, se enfrenta a un entorno cambiante que demanda innovación en su formación académica.
A lo largo de los años, la matronería ha tenido que adaptarse a cambios sociodemográficos significativos, como la disminución de la tasa de natalidad y el aumento en la edad de maternidad. Estos cambios han sido impulsados por factores como la mayor participación de las mujeres en la fuerza laboral, la reducción de la mortalidad infantil y la implementación de políticas de planificación familiar. Sin embargo, estos mismos factores han generado nuevos desafíos para la formación de los futuros profesionales del área.
Uno de los problemas más notables es la falta de oportunidades para que los estudiantes participen en partos vaginales. A pesar de que existen cupos disponibles en los centros de salud, la baja natalidad y el predominio de cesáreas—que superan las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud—han limitado la posibilidad de que los y las estudiantes adquieran experiencia práctica en este aspecto esencial de su formación. Esta situación plantea un reto crítico para las instituciones educativas, que deben encontrar formas de asegurar que sus egresados estén plenamente preparados para enfrentar las demandas del mundo real.
La matronería en Chile se encuentra en una encrucijada. Mientras que la historia de la profesión es un testimonio de resiliencia y adaptación, el futuro exige un compromiso aún mayor con la innovación y la calidad educativa. Los desafíos actuales—desde las altas tasas de cesáreas hasta la necesidad de habilidades especializadas—deben ser abordados con estrategias formativas que aseguren que los futuros matronas y matrones no solo estén bien preparados, sino que también puedan responder eficazmente a las necesidades cambiantes de la sociedad. Esto implica no solo adaptarse a las transformaciones demográficas y socioeconómicas, sino también garantizar la protección de los derechos y la autonomía corporal de las mujeres.
En respuesta a esta problemática, la Universidad Andrés Bello, entre otras, ha comenzado a implementar innovaciones en su currículo. La simulación clínica avanzada ha emergido como una herramienta clave, permitiendo a los estudiantes practicar en un entorno controlado y seguro, replicando situaciones que enfrentarán en su ejercicio profesional.
En última instancia, el éxito de la matronería en las próximas décadas dependerá de la capacidad de las instituciones educativas para adaptar sus programas a las realidades demográficas, tecnológicas y sociales. La colaboración entre academia, centros de salud y organismos reguladores será esencial para garantizar que siga siendo un pilar fundamental en el cuidado de la salud de las mujeres, sus familias y la comunidad en general.
María Carolina Rodríguez Domínguez
Directora de Escuela de Obstetricia
Universidad Andrés Bello