Cada 10 de agosto, nuestra región se llena de fervor y devoción al celebrar a San Lorenzo, diácono del Vaticano de Roma del año 258, cuya santidad se forjó a través de su generosidad y trágica muerte. Conocido por su incansable ayuda a los necesitados y su administración de los diezmos para el bien de los pobres, San Lorenzo dejó una huella imborrable en la historia de la Iglesia y en los corazones de sus devotos.
La fiesta de San Lorenzo en Tarapacá es una manifestación de fé que atrae a miles de peregrinos al pueblo, especialmente a la emblemática “Quebrada del Amor”. Las celebraciones se caracterizan por bailes de diabla y actos de agradecimiento por los favores concedidos por el santo. Es un tiempo para la comunidad de unirse en oración, alegría y devoción.
Sin embargo, en medio de esta espiritualidad y fervor religioso, surge una contradicción alarmante: el elevado costo de las casas de hospedaje y terrenos de arriendo durante las fiestas. Lo que debería ser un momento de accesibilidad y unión se convierte en una carga financiera desproporcionada para los fieles, superando incluso el sueldo mínimo de muchos chilenos.
Esta realidad plantea una pregunta crucial: ¿Es este el espíritu que San Lorenzo habría deseado? San Lorenzo, quien entregó su vida defendiendo a los pobres y repartiendo los bienes de la Iglesia entre los necesitados, seguramente no aprobaría el lucro desmedido que se ha apoderado de su celebración. El santo que se sacrificó en las brasas ardientes por su fé y su compromiso con los desfavorecidos no encontraría consuelo en ver a sus devotos enfrentando dificultades económicas para honrar su memoria.
Es imprescindible que tomemos conciencia del impacto de nuestras acciones y volvamos a los valores esenciales que San Lorenzo encarnó. La celebración no debe ser una oportunidad para el enriquecimiento personal a costa de los fieles, sino una manifestación de su espíritu de generosidad y apoyo mutuo. Es hora de que los habitantes y arrendadores del pueblo de Tarapacá reflexionen sobre sus prácticas y busquen formas más justas y equitativas de participar en esta festividad.
Invito a todos a reconsiderar sus acciones y a emular la verdadera esencia de San Lorenzo, haciendo de la fiesta no solo un evento de fé, sino también de justicia y solidaridad. Solo así honraremos verdaderamente la memoria de un santo que vivió y murió por los valores que hoy, tristemente, parecen estar siendo olvidados.
Juan Carlos Hernández Caycho
Miembro MCL