Sumo Primero, modelo impulsado por el Ministerio de Educación para enseñar Matemáticas a niños de 1° a 6° básico, busca replicar la experiencia japonesa en el contexto nacional. Sin embargo, frente a este anuncio es importante recordar que, en el ámbito educativo chileno, no es la primera vez que se opta por importar un método de otro país con la esperanza de mejorar los resultados en áreas clave como las matemáticas.
Recordemos, por ejemplo, el caso del método Singapur, que en su momento llegó cargado de promesas de éxito. Este enfoque, que había demostrado ser altamente efectivo en Singapur, se presentó como una solución para cerrar la brecha en los aprendizajes matemáticos de los estudiantes chilenos. Sin embargo, al igual que muchas otras iniciativas en educación, el resultado fue un tanto ambiguo, ya que no se logró un cambio profundo y sostenido en las prácticas educativas.
El reciente interés por replicar el método japonés en Chile para la enseñanza de las matemáticas plantea interrogantes similares. Si bien se resalta el éxito de este modelo en países como Japón, México y Tailandia, es importante reflexionar sobre las diferencias culturales y contextuales que podrían influir en la implementación exitosa de estas metodologías en Chile. El sistema educativo chileno, por ejemplo, es muy distinto al de Japón o México en términos de estructura, tamaño de las aulas y la formación continua de los docentes. Estos factores no pueden ser ignorados si se desea adaptar un modelo educativo extranjero.
Lo que parece suceder, una vez más, es que estamos cayendo en el error de focalizarnos excesivamente en una disciplina específica, como las matemáticas, y en el objetivo de mejorar puntajes en pruebas estandarizadas, sin considerar la necesidad de una educación integral.
En lugar de tratar de mejorar solo una asignatura aislada, deberíamos buscar formas de integrar el aprendizaje entre las distintas áreas del conocimiento. Las habilidades de resolución de problemas, el pensamiento crítico y la autonomía son fundamentales, no solo en matemáticas, sino en todas las materias. Es necesario crear espacios en los que las disciplinas se vinculen entre sí, en los que los estudiantes puedan aplicar lo aprendido en situaciones reales y de manera transversal.
El problema radica en que estas propuestas, aunque puedan ser muy exitosas en ciertos contextos, no siempre logran adaptarse a nuestra realidad educativa. El material didáctico es solo una parte del proceso, pero si no se genera un cambio profundo en la manera en que entendemos y enseñamos, si no se crean verdaderos espacios de reflexión pedagógica, el impacto de estas metodologías será efímero. No basta con importar soluciones externas si no se trabaja en el corazón del sistema educativo local: la formación de los docentes, la colaboración entre ellos, y el desarrollo de una visión integral del aprendizaje.
Finalmente, es crucial que reflexionemos sobre el valor de lo que ya tenemos en nuestro propio contexto cultural. Si bien es importante aprender de otras experiencias, también debemos fortalecer nuestra capacidad de investigación y generar propuestas pedagógicas basadas en nuestras realidades y necesidades. Los docentes chilenos son los que mejor conocen las dificultades y oportunidades que enfrentan nuestros estudiantes, y en ese sentido, su experiencia y conocimiento deberían ser la base de cualquier cambio significativo en la educación del país.
Sandra Urra Águila
Académica Facultad de Educación
Universidad Andrés Bello