La soledad como compañera

Por estos días, las redes sociales y luego la televisión nos mostraron descarnadamente a una niña que con esfuerzo relata su experiencia de sentirse sola y excluida en su colegio.

Una noticia que no parece novedosa, y eso es lo lamentable.

A Jean Paul Sartre, existencialista francés, habría dicho: “Si te sientes solo cuando estás solo, estás en mala compañía”. No es lo mismo querer estar sola que sentirse sola, no es igual alejarse de un grupo que ser excluida por las personas. El sentimiento de soledad es una percepción subjetiva, vinculada a la expectativa que una persona tiene sobre las relaciones que le gustaría establecer y la calidad de éstas. Por otro lado, si a este sentimiento se le suma un aspecto más objetivo, que es la cantidad de redes de apoyo que tiene una persona, podemos evaluar que alguien que carece de esas redes se encuentra realmente en un estado de aislamiento social.

Bajo este punto, la soledad no es un problema personal, sino que se transforma en un problema social.

El colegio es por definición un espacio tanto físico como emocional, un lugar donde se espera ocurran la mayor cantidad de instancias de socialización durante la infancia y la adolescencia. Dentro de este contexto, y especialmente en las etapas de desarrollo más cercanas a la adultez, la pertenencia a un grupo es una de las necesidades básicas, por lo que ser excluida y rechazada directamente por el entorno, llega a ser una de las experiencias más devastadoras para un individuo en desarrollo.

Bullying no es sólo molestar, acosar, golpear. Es eso, pero mucho más que eso.

En todo análisis de las dinámicas de violencia que conocemos hoy, el ignorar, hacer como que uan persona no existe, representa una de las formas más descarnadas de afectar a otro. Ese trato produce no solo estrés o ansiedad, sino que puede convertirse en una herida traumática difícil de elaborar. Esto se puede dar en el maltrato con los hijos, en la pareja y entre iguales.

“Pero si no le hemos hecho nada”, puede ser un argumento de defensa, sin embargo, en estas dinámicas el no hacer nada, no incluir, no considerar o directamente rechazar, se puede considerar igualmente un comportamiento maltratador.

La solución no está entonces en “erradicar la violencia” como slogan, sino en incluir y entrenar los comportamientos pro sociales, las habilidades socioemocionales y, sobre todo, no avalar que, mientras no haya golpes o insultos, el maltrato no existe.

Iván Muñoz
Director de Paréntesis
Asesorías y Servicios Clínicos