El habla en los comunicadores sociales

Los comunicadores sociales juegan un papel vital en la sociedad actual. Utilizan sus habilidades comunicacionales para informar, persuadir e inspirar a la audiencia. Al margen de la cobertura social que tengan, ellos usan, entre otros recursos, el lenguaje hablado para conectarse con sus oyentes y marcar la diferencia en la sociedad.

En consecuencia, una de las habilidades más importantes que necesitan es la capacidad de conectarse con sus receptores. Esto significa comprender sus necesidades e intereses, y hablar de una manera que tenga sentido con su público destinatario. Además, deben contar con la capacidad para adaptar su mensaje a un público heterogéneo y ser empático con las realidades de todos ellos.

Del mismo modo, deben ser competentes para persuadir. Esto significa poder presentar sus argumentos de una manera clara y convincente, y saber responder las preguntas de la audiencia. Sumemos a ello, la facultad de construir un vínculo y sentido de confianza con los receptores. Y, por último, deben poder inspirar a su audiencia, con el fin de crear un mundo más tolerante y comprensivo. Específicamente, inspirar al público a actuar y creer en sí mismo.

La historia de la humanidad tiene excelentes ejemplos de cómo algunos líderes pudieron influir en su audiencia para cambiar la realidad. Uno muy cercano es Luis Emilio Recabarren, quien en una acción «misionera», inculcó, en los obreros analfabetos, la idea matriz que solo a través de la educación podrían comprender las causas que lo oprimían, y, como corolario, cambiar el orden impuesto. Este es solo un caso de las muchas formas en que los dirigentes sociales han utilizado sus habilidades para marcar la diferencia en el mundo. En el fondo, los buenos comunicadores son poderosos agentes de cambio, y pueden usar sus experiencias para crear una sociedad más justa, equitativa, tolerante, inclusiva y humanista.

No obstante, en la escena nacional y local, observamos que algunos de estos profesionales no cumplen con las premisas descritas. Hoy, lamentablemente, se privilegia tanto el rostro como la popularidad y la vulgaridad. Me explico. Los canales televisivos contratan a personajes de la farándula, muchos de ellos sin estudios en este ámbito ni preparación para conducir programas serios. En otras situaciones, ciertos periodistas carecen de capacidad de reflexión crítica y únicamente se limitan a brindar información, sin opinión propia ni menos fundamentada.

Asimismo, hay un número no menor que hacen uso del lenguaje vulgar para aparecer espontáneos y, supuestamente, cercanos a la «idiosincrasia nacional» Este es un tema muy controvertido. Al respecto, hay opiniones a favor y en contra. En este punto quiero ser claro y sin ambigüedades. Personalmente, encuentro este estilo poco profesional o inapropiado, porque cuando el locutor usa un lenguaje grosero, socava su credibilidad y dificulta la conexión con la audiencia. Sin dejar al margen que esa locución puede resultar ofensiva. Muchos asistentes pueden sentirse incómodos o faltados al respeto. Esto puede alejar a los destinatarios potenciales y dañar la reputación del hablante. A mi juicio, esto no es recomendable, por el contrario, estimo que un mismo mensaje puede tener mayor efectividad e impacto si no es ofensivo ni trivial en todos los sentidos.

Para no agotar al lector, describiré brevemente otros dilemas. Uno de los errores más comunes es la incapacidad de los comunicadores para utilizar correctamente el idioma. A menudo cometen errores gramaticales, utilizan jerga y hablan de manera vaga y concisa, lo que dificulta que el oyente comprenda lo que dicen y empobrecen su lengua materna.

El otro problema es que los locutores no utilizan el idioma y el habla de forma eficiente y eficaz. Frecuentemente se expresan demasiado rápido, con evidentes deficiencias en la dicción e impostación de la voz (generalmente exhiben pobres cualidades en el tono, timbre e intensidad). Tampoco proporcionan suficiente y precisos contextos para sus declaraciones. Estos «ripios» pueden dificultar que la audiencia comprenda lo que se dice y también puede dar lugar a malentendidos. Por si fuera poco, no siempre hacen que el idioma sea accesible a un público amplio. Además, confunden a las personas, especialmente a aquellas con diferentes orígenes culturales o niveles desiguales de educación, al utilizar palabras y frases complejas y manifestarse de una modalidad que no se adapta a todos los grupos destinatarios.

El último error es la inexactitud fáctica. Este factor puede engañar al público o dañar su credibilidad. Por ejemplo, un comunicador ​​puede informar estadísticas incorrectas o hacer afirmaciones falsas sobre una persona o un evento, lo cual puede afectar significativamente la comprensión del público sobre el entorno social.

Dicho lo anterior, es crucial que los comunicadores sociales tomen medidas para mejorar sus habilidades lingüísticas y saber utilizar el idioma de manera más eficaz y accesible.

Algunas recomendaciones que podrían ser útiles: Primero, practicar de manera sistemática frente al público. Segundo, capacitarse y contar con una asesoría idónea, es decir, tomar clases de técnicas efectivas de oratoria y de educación de la voz. Tercero, estudiar con hondura los temas que habitualmente trata en sus espacios radiales y televisivos. En lo posible ser una persona culta, con una formación integral, para que los mensajes que transmite adquieran un carácter más sólido y objetivo.

Estas son herramientas imprescindibles no sólo para estos actores sociales, sino también para cualquier profesional que tenga que lidiar con determinado tipo de públicos y escenarios sociales. Este tema no suele tratarse en la educación universitaria, empero, es la clave del éxito personal y profesional.

Iván Vera-Pinto Soto
Cientista social, pedagogo y escritor